JUSTICIA POÉTICA




CRÓNICA PARTICIPANTE EN:

UNA MULTITUD DE SOLEDADES, CRÓNICAS DE LA PANDEMIA









Para contar mi historia, quiero advertir a mi querido lector que una propia introducción de los hechos previa a esta romántica pero desastrosa situación es necesaria.  Particularmente, porque ambas historias son una amalgama de la bella catástrofe a la que ahora  llamamos vida. Esperando sea de interés para mi distinguido lector, le pido asimilar mi neófita narrativa como un vendaval  impetuoso de neurosis, miedo y reggaetón.



El casino está por ahí, así que, por favor, disfrute su estadía.






 A mediados del año pasado, fui seleccionada por la organización alemana Freunde der Erziehungskunst para trabajar como voluntaria en una escuela Waldorf. ¿Y qué chingados es eso? Pues mire, mi aficionado lector de realidades ficticias: una escuela Waldorf es algo así como un culto vegano, torcidamente religioso, panteísta que no tiene Wi-fi, pero que cree en los ángeles y en bailar el alfabeto.Lamentablemente, las condiciones laborales en México, me orillaron a emprender esta aventura. Siendo esta mi versión personalizada del  sueño americano.  

Entonces, llegué a Osnabrück en Agosto de 2019 y entre muchas nimiedades que afectaron mi bulliciosa y bastante egoísta rutina, me vi obligada a vivir con una familia Waldorf, con quienes tuve bastantes malentendidos: para empezar porque mi trabajo era ser voluntaria en la escuela y supuestamente, mi tiempo libre era mi tiempo libre... Nichtsdestotrotz,, ellos querían una Au Pair y comida mexicana a la orden del día. Sonreían con falsedad y no faltaban comentarios racistas e insensibles, constante escrutinio a mis hábitos alimenticios así como mi afición a ver Netflix al final del día. Por su parte, ellos no tenían televisión y se la pasaban echando desmadre en la sala. Subiendo y bajando escaleras, cantando, saltando, telefoneando.  Mi cuarto estaba en medio de la sala. 

Solo quiero dormir. 

Constantemente monitoreada, forzaban en mí una supuesta sanidad mental que resentí fuertemente. Adaptarse era imposible; en especial cuando uno tiene que vivir con el jefe del changarro. Sí:  el patriarca de esta jodida familia, es el director de la escuela en donde debía colaborar. Previo a mi llegada, según los Freunde yo viviría con gente de mi edad.  Con roomies. Pero nel, este wey  quería llevarse los trescientos Euros de mi renta y pues obvio me dio posada en su enferma comuna del Dodesheide.

El tiempo pasó y entretanto, me reconecté con viejas amistades que ahora se refugiaban del tercer Reich en el Reino Unido, un lugar así como más americano, pues ya sabe usté: se habla inglés, hay un consumismo indulgente, y las tiendas suelen abrir hasta los domingos. como Dios manda. 

Consecuentemente, tuve la oportunidad de viajar a visitarlos, compré un boleto de ida y vuelta tan pronto como supe que tendría vacaciones y me puse a contar los días hasta que mi meta se viera alcanzada. Algo triste lo sé, pero era un buen motivo para liberarme de la (f)rigidez que hace eco en un país de posguerra. Mi primer viaje fue en vacaciones de otoño, dos semanas entrañables donde el choque cultural se disolvía con alcohol, marihuana y la más reciente novedad. Todavía ni me iba y ya quería regresar. Alemania sí, es muy bonito y todo pero la comodidad de lo familiar me atraía de manera inevitable hacia Escocia. Pasé una cálida navidad cerca de familia y amigos en Inverness, muy en el norte del Reino Unido y cada día me enamoraba más de esta noble isla que no deja de sorprenderme día con día.



Después de las fiestas decembrinas, mi regreso a Alemania fue duro. Extrañaba la espontánea calidez de mis amigos, el idioma y hasta la gente que me sonreía en el camino a casa. Ciertamente, Osnabrück es una ciudad bien chiquita, con las mismas caras en todos lados y bastante segregada en sus vecindarios. Yo vivía en el barrio negro, cerca de la Universidad y el Teatro. Cerca de mí había bastantes áreas verdes, museos y bibliotecas. Lo admito: mi entorno era agradable, mi tiempo libre, sagrado. Disfrutaba mi soledad, así como las ventajas de una vida de bajo perfil en donde uno es su propio juez. El libertinaje era un consuelo simplón para la estúpida añoranza de poder regresar a Escocia: meine zweite Heimat.

En Osnabrück, mi rutina consistía en despertarme bien temprano; como a eso de las cinco y media, hacer yoga o algún tipo de ejercicio, bañarme, tomar chingo de vitamina B12 y prepararme un té para el camino. El autobús siempre llegaba insoportablemente tarde, además era un bus escolar, que tan pronto abría sus compuertas, un río de cabecitas color trigo bloqueaba la entrada en el pueril intento de sentarse en “su lugar”.

Me sentía irritable. Pero eso es una constante humana, en especial cuando el escrutinio inquisitivo es cosa de todos los días. Entretanto, yo era esa señora amargada que se sube a la combi y con un ceño fruncido intenta que alguien le ceda el lugar. Hasta un tiempo después comprendí que debía establecer límites si es que deseaba tener un viaje más llevadero. Al fin y al cabo,  duraba un cuarto de hora y era mi Ruhe antes de ir a lidiar con la indoctrinación Rudolf Steineriana a la que me sometía de lunes a viernes. 

 Al llegar a la escuela, solía saludar tímidamente a Frau Kastner, y a Frau Rolf. La primera es profesora Steiner y la segunda su mano derecha. Yo, era voluntaria. A pesar de que no había jerarquías mi nivel de alemán dejaba mucho que desear, lo cual llegaba a ser más frustrante con los niños que con los adultos. Muchos de ellos me veían como su igual, pero mis deseos de expresar ideas complejas se veían constantemente saboteados por mi desastrosa gramática.

El final del día era entonces mi parte favorita. Después de esperar al pinchi camión atiborrado de párvulos rubicundos me dedicaba a escuchar mis pensamientos o almorzar a gusto porque el cansancio y el puto frío de Niedersachsen me ponía bien eriza. 

Los primeros meses del año fueron insoportables, como buena escuela ecologista todos los días teníamos que salir por lo menos una hora al fresco. Pero el invierno con lluvia no fue tan lindo como en las caricaturas de Carlitos: el culero me curtió el pellejo en todo lugar expuesto a su inclemente viento mojado que pretendía sucumbir con furia mi calidez tropical.

Muchas distracciones, alcohol y una cantidad mínima de carrujos me mantenían sobreviviendo el infame invierno en Alemania, que a mi parecer no tenía fin. Al mismo tiempo, mi devoción por Escocia era una luz en el camino, ya lo sabía - En Semana Santa me regreso a mi otro pueblo.  Repetía en mi interior, con el propósito de vivir una vez más la vacía rutina que sabía a muerte y soledad claro está bien pinche empoderada.



Marzo 2020



Mis ansias no se apaciguan.  



Más bien se aparean con la abreviación de



“Schweres Akutes Atemwegssyndrom coronavirus 2”

que significa

"severe acute respiratory syndrome coronavirus 2"



que significa



"síndrome respiratorio agudo severo por coronavirus 2"



que significa



“Quédate en casa”



que significa


“Tu vuelo se va a cancelar. Ya bailó Bertha”

Ya no supe qué hacer. Tenía dos semanas de incertidumbre que definirían mi regreso a Edimburgo. El inminente cierre de fronteras sería pronto una realidad. Llamé a mi mejor amigo escocés dos semanas previas a semana Santa justo cuando las escuelas cerraron. Le pedí consejo. Me pidió que fuera a vivir con él. Acepté. Mi estúpida suerte y su generosidad me aseguraron un boleto para el fin de semana. Con nuevos bríos, preparé todo para un viaje a Escocia que según yo, sería nomás por un mes.- A toda madre, pensé. Era la primera vez que  iba a vacacionar por tan largo tiempo y seguía sin creerlo. 

Mi último Sábado en Osnabrück estuvo bien acá: salí a correr, fui al cine, compré enseres para mi viaje y empaqué todo lo necesario para un viaje corto en mi equipaje de mano. Además de una bolsa llena de colores Faber-Castell que tomé prestada de la escuela con la idea de aprovechar la vacación al máximo.  

El domingo por la mañana,  tomé el tren para Düsseldorf y de ahí me entretuve un par de horas tratando de leer cuentos cortos en alemán.  Man muss sowieso die Sprache üben, oder? Al llegar al aeropuerto, todo se veía normal,  caminé entre los pasillos viendo una que otro cubrebocas pero nada particular. Creo que me tomé un café y seguí tratando de leer mis cuentitos. Para eso, ya era casi hora de abordar. Colin, mi chico escocés fue desde entonces la promesa tranquilizadora de una mejor vida en el norte.

Evidentemente, la pandemia ya era un asunto de seguridad internacional y debido a que él recién regresaba de Australia,  ya estaba echando la hueva  haciendo cuarentena en su chiqui flat. Es por eso que a mi llegada, no hubo abrazos y besos en el aeropuerto, sino una jugosa manzana gigante que devoré mientras esperaba al Lothian 200,  el bus que me llevaba a Granton: a.k.a. su hood. Lo que son las cosas, otra pinche hora de viaje porque aquí los camiones hacen parada casi cada cinco minutos. Pero eso sí, pa’que se lo entretenga, ya cuentan con  internet y puerto USB. Ah estos güeros, bien que se la saben.

Al llegar a mi destino, Colin esperaba por mí en Wardie Road. Sin darme cuenta, me bajé antes, en Wardie Steps. Ya andábamos buscándonos cuando vi su silueta delineada por la luz amarilla de los candiles que esa noche ilustraron nuestro idílico reencuentro.

Para ser honesta, Colin y yo teníamos tiempo gustándonos, pero amor de lejos es de pendejos qué no?. Ese día bebimos y fumamos lo suficiente como para acceder mutuamente a estar juntos por el resto del encierro. Un mes más, un mes menos, qué se le va a hacer…

Marzo pasó a ser lo que yo quise, con la ingenua esperanza de que a mediados de abril regresaría a casa, dediqué mis mañanas a estudiar alemán, contestar los libros, corregir, leer die Zeit, der  Spiegel  y hasta un pelín de  die süddeutsche Zeitung. Todos los días escuchaba con diligencia die Nachrichten von ZDF y me concentraba en regresar preparada para el siguiente paso: hacer un Ausbildung en una ciudad menos pitera que Osnabrück. Mi relación con Colin meramente servía como apoyo emocional. Claro que hubiera preferido estar en México  pero a  falta de pan, tortillas.  

Todas las tardes, cenábamos alrededor de las seis y disfrutamos cocinando el uno para el otro. Finalmente, enamorarse también puede ser un hobby. Colin es un hombre de mundo, conocedor y cosmopolita que un par de veces ha estado en latinoamérica y siempre tuvo añoranza por regresar a Oaxaca , lugar donde nos conocimos. Esta nostalgia fue nuestro tema central durante bastante tiempo, ya que él sin ser mexicano estaba bastante emocionado de tener una artesanía de talavera  decorando sus aposentos por al menos un rato. Éramos felices, respetamos los límites y el espacio personal del otro. Obviamente siempre tratando de impresionarnos mutuamente con lecturas emocionantes, música de todos los rincones del mundo, mucho baile y mucho sexo. Era el Decamerón. El catolicismo proveniente de mi crianza, despotricaba con golpes de pecho una que otra vez con la misma cantaleta de: - párate temprano, ponte a trabajar, sé útil chingao! Y así, todos los días un poquito menos pero siempre recordando que la vida no es de a gratis  y que  el muerto y el arrimado; a los tres días apesta.  Sin embargo, yo me mostré optimista, resiliente  y  siempre con la meta de regresar de donde irónicamente había escapado. Comes, y te vas.  Un ratito nomás pues, ¿ qué tanto es tantito?.   



A finales de marzo, las fronteras de Alemania cerraron.

Mi  primer vuelo de retorno fue cancelado.

 La escuela sigue cerrada. 

Alemania está en crisis como siempre. 

 La casa es cada vez más pequeña.

 Pero eso me gusta. 



 Abril 2020



Nuestra relación florece y la cercanía aumenta. Reímos, lloramos, cogemos y luego peleamos. En abril, empiezo a conocerlo mejor: Estudia poesía y le encanta tocar el piano. Habla demasiado. Yo hablo poco. Me siento ignorante junto a él. Mi mexicanidad me mueve hacia arquetipos que me avergüenza admitir, despreciaba por ser tan ordinarios. Extraño mi casa y el ruido, todos los ruidos, el camión de la basura, el frutero, el fierro viejo de día, el panadero con el pan por la tarde y las patitas de pollo por la noche. ¿Qué me falta? 

 El 16 de abril es el cumpleaños de Colin. Con el pecho hinchado de amor, decido hacerle un pastel y un par de regalos para celebrar la extraordinaria ocasión. Muchas videollamadas, la energía de la gente a su alrededor le hace emanar un aura cierto insoportable de ser el centro de atención. Me duele la cabeza, pero finjo alegría y emoción porque uno de sus proyectos ha sido preseleccionado por una pomposa academia entrega-premios-de-poesía en Escocia. Más videollamadas. Salimos a caminar por la costa y un gélido vendaval me abofetea para que despierte. Odio. El. Puto. Clima.

 Regresamos a casa y Colin recibe más regalos, un panfleto impreso, que parece una revista de variedades edición especial. ¡Especialmente para él!  Todos sus amigos artistas han colaborado para desearle feliz cumpleaños. Encuentro el detalle conmovedor e inesperado. Siento envidia y coraje de no poder estar con los míos. Pero sonrío cínicamente mientras él bebe cerveza frente al monitor junto a otro grupo de amigos Godknowswhothefucktheyare.  Ya en casa, busco refugio en el alcohol, que me relaja haciendo el mundo más brillante y llevadero. La velada se torna sincera, vemos más películas y dormimos hasta tarde. Creo que a veces vale la pena ser feliz por alguien más. Nuestros besos enternecen el cierre de cortinas y dormimos plácidamente como si la pandemia fuera un mito lejano que nunca tocará las tierras altas.

A veces me siento como en un taller de sensibilización moral: estoy tan acostumbrada a mi amarga indulgencia que no puedo reparar en amar o ser amada. Veo a las personas como un  juego, una ganancia. Especialmente aquí en el otro lado. El rencor del colonizado hierve cuando escucho los problemas de la gente blanca. Que, en general, creo son problemas de gente  pendeja,  sin oficio ni beneficio. Pero que en momentos veo como personas también, que sufren, tienen miedo y dolor pero por cosas que muchos otros ni siquiera ocupamos como lo necesario. Me siento rough. Como papel de estraza: café y ruidosa. Que se encrespa pero no se rompe. Ando medio torcida en estos días. Todavía no podemos salir, pero seguimos respetándonos. Colin me introduce a Roberto Bolaño y me hago una pequeña pausa de mis lecciones en alemán para envolverme con un amante ficticio que me habla tosco, como me gusta.  A finales de abril, cambio las noticias de ZDF por  una barra matutina de humor mexicano simple pero sabroso. Me gusta este ruido, me gusta ser ordinaria. Tengo antojo de carnitas. Extraño a Nino. 

No sé si fumar mucha marihuana se atribuye a que uno se sienta pedantemente paranoico. Lo digo porque después de tantos fokin  it’s okay, doesn’t matter, all is good.  Decido sacar el cobre y le armo un pancho a este cabrón porque sigue en contacto con una de sus exes. Soy posesiva, estoy enferma. Y no sé cuándo chingados voy a regresar a mi puta casa.

Ya no recuerdo bien cómo estuvo el pedo pero reconozco que fue una chingadera que no vale la pena explicar. Principalmente, porque es sinónimo de apego y como mi jefa dice, es la herida de abandono  tal y como le explicaron en su taller de constelaciones familiares.



Platicamos,

Salgo a caminar.

Él sale a caminar.

Soy miserable.

 Hablamos. 

Entiendo o más bien, nos entendemos.

Muchas asperezas qué limar.



Con dificultad pasamos la última parte de Abril  y yo sigo con la esperanza de regresar a Alemania. Qué idiotez. Pero al menos allá tengo mis cosas, mi vida, escuela, viajes e ilustraciones que entregar. Pienso en la caja de 500 colores y en el sacerdote polícromo que se encargó de bautizarlos. Mis favoritos son los cálidos y brillantes. Dibujo mucho en una libreta de hojas negras que compré en el aeropuerto. Además; escribo, escribo y escribo. Colin apenas habla Español y convenientemente sólo entiende algo de Alemán. Es por ello que me refugio en mi bitácora, mis libros de Abitur y en largas caminatas que me alejan por un rato del ridículo confinamiento mental y físico al que nos hemos sometido.



Mayo.



Las cosas van un poco mejor. No es como si pudiéramos dormir en diferentes recámaras o pasar tiempo a solas en su depa. El espacio abarca alrededor de 50 metros cuadrados. Cuenta con una amplia habitación un tercio cocina, dos tercios sala/comedor. La otra habitación es donde dormimos, una cama bastante estrecha para él y harto tiesa para mi gusto. Siempre despierto con dolor de espalda. Al menos vivimos en el primer piso que nos concede un jardincito alfombrado de guijarros y una que otra planta salvaje a nuestro alrededor. Sí, hay un baño, convenientemente a la derecha de la entrada principal donde nuestros zapatos aguardan ser usados en nuestras caminatas nocturnas.

Los silencios se vuelven más cortos. Al fin y al cabo, Colin  is an innate entertainer  - A eso se dedica- Entendemos la importancia de aceptar y ser aceptado. Mejor dicho, la necesidad de vivir en sociedad para mantenerse cuerdo.



– Estás bien tronco,  le digo bromeando.



– You keep me sane baby, me contesta.



Mayo es agradable; nos percatamos de que las caminatas nocturnas nos dejan andar distancias más largas sin toparnos con lugares saturados de familias o adultos mayores. Empiezo a preocuparme más por los viejitos. Aquí en Escocia hay muchos algunos se ven tan frágiles y me pregunto si alguien más cuidará de ellos o qué tan independientes pueden llegar a ser. ¿Qué pasa si viven solos y se enferman? ¿Y si se mueren? ¿Cómo se dan cuenta los vecinos? ¿Hasta que empieza a oler gacho? Otro choque cultural para el archivo. Sea como sea en México vivir con la abuelita es la de cajón para no pagar renta. Niéguemelo.

Cocinamos mucho, él está muy metido en la comida asiática y me prepara glass noodles. Que son fideos transparentes. Estaban deliciosos, descubro que me encanta las calabacitas con pollo y un chingo de salsa de soya. Que buena vida la de la pandemia. Como en el Decamerón, parece que la indulgencia es el único pretexto para vivir el día siguiente. Gott sei Dank, me logro reincorporar a mi curso de alemán a  distancia. Las escuelas aún no permiten clases presenciales en Osnabrück y el sentido de propósito se restaura en mí gracias a ello. Mis libros están casi terminados pero  hay mucho que revisar y entender. De vez en cuando me siento culpable por no practicar el idioma tanto como quisiera. Ocasionalmente,  llamo a un par de Krauts (amigos alemanes) por Whats pero las conversaciones se volvieron mundanas y les dejo marchitarse lentamente. Por otra parte, mis compañeros de curso y yo nos conectamos cada vez más: para muchos de nosotros una vida en Alemania significa mejor paga, mejor calidad de vida, seguro social. Pero claro al costo de discriminación, rechazo y aislamiento. Nuestra maestra es de ascendencia vietnamesa y eso nos inspira cierta desconfianza la primera vez que la vimos. Qué idiota, hasta yo que apenas masco el alemán ya estaba chapoteando en el pozo de mierda que todos conocemos como racismo.

Me gusta este mes, estoy motivada, haciendo tareas, escribiendo bastante, me inscribo a talleres de composición fotográfica además de que telefoneo constantemente a mi familia y amigos en México. Siento que Colin y yo nos vemos de manera enternecida debido a nuestro pasado y lo que es ahora nuestro presente. A buena hora, nos enteramos de que mi vuelo para el final de la quincena es cancelado, reímos estúpidamente y celebramos con mucha marihuana.

Decido a la vez, reportarme con la coordinadora de la escuela para hacerle saber que mi regreso se verá extendido hasta finales de mayo. Consigo una respuesta comprensiva y buenos deseos. Me siento tranquila y continúo disfrutando el Decamerón junto a Colin Bramwell. No puedo pedir más. Otras dos semanas aquí: Chingón.



Se busca poeta



Que le guste Bad Bunny.



Poeta emergente.



Que viva en Escocia.



Poeta y loco.



Que busque algo serio.



Poeta y analista.



Que cancele mi vuelo.



¡Jijo mano!  con ayuda de nuestros poderes psíquicos, mi vuelo es cancelado nuevamente.  Jajaja, ya ni pedo. Es una sensación agridulce, ¿soy irresponsable? ¿me estaban explotando? Después de una residencia artística en Granton Road, ya no sé si quiero regresar a mi cuartito de azotea y lidiar con niñetes abusivos que miran con desacuerdo mi cobriza complexión. Pinches arios ojetes.

 No pasa ni siquiera una semana desde que el vuelo fue cancelado, los coordinadores de la agencia empiezan a presionar mi regreso. Oh qué la chingada. Pienso yo. Las desventajas de no ser güero.

Pero lo entiendo: mis excesos sólo pueden llegar hasta cierto punto. Estresada, agendo un nuevo boleto para el fin de semana. Es miércoles.  Ahora sí; hay que despedirnos.

Las restricciones son aligeradas en Escocia. Grupos de menos de ocho personas pueden congregarse en espacios abiertos. Un gringo y una escocesa, amigos de Colin -Fiona y Keith- nos invitan a pasar el viernes en el puerto, con el propósito de ponernos hasta la madre, celebramos/lloramos nuestra despedida con una botella de Tequila y seis de Prosecco. I only drink when I am drunk.

 Las piernas de Fiona son pálidas a la vista y suaves al tacto. Mis manos frías corroboran en ellas la resolana de un perfecto día de verano.

 Esa misma noche, Colin y yo tomamos una ducha que refresca nuestros sentidos y nos abre el apetito.

Comemos sobras de arroz frito con ensalada oriental y Flying Goose Sriracha. - Qué rico, mi tripa  ruge contenta.

 El sábado estamos tristes. Bien perrito débil. Sólo queremos crudear y quedarnos en casa.

Jugamos muchos videojuegos, escuchamos a Bad Bunny, le damos al Bong y lamentamos los imposibles de una vida perfecta.



Qué de la verga.

No podemos dormir, queremos estirar el tiempo lo más que se pueda, como esa masa de pan que dejas reposar por más de dos horas, suave y flexible, pero ya sabemos que hay que llevar al horno. 

El domingo vamos al aeropuerto.

Con perezosa lentitud atinamos a guardar mis cosas en una mochila azul. Mientras en solemne silencio el vibrante verano nos permite caminar hasta la estación del metro más lejana. El caminar nos despierta, tenemos energía y estamos felices, planeamos el futuro. Todos los viajes que se avecinan, un Seminario de educadores Waldorf  me ha ofertado un lugar en Stuttgart. Das heisst, nuestra relación seguirá siendo solventada por el oro nazi. Reímos y seguimos parloteando de Oaxaca mientras la estación del metro se ve más cerca y mis pertenencias se sienten más pesadas, el empedrado de las calles inclinadas pero aún desiertas es bienvenido bajo nuestros pies. Disfrutamos tanto como podemos. Somos optimistas empedernidos porque nos amamos, amamos la brisa, el sonido de nuestra voz nuestro humor estúpido que no le teme a la muerte. 

En camino al aeropuerto, guardamos silencio e intentamos sumergirnos en éste para atraer nuestros propios pensamientos. Gotta be my own person again. Extraña libertad regalo de la juventud, pocas responsabilidades y torpes circunstancias. Tengo resentimiento por un regreso forzado al campamento de fanáticos raros. Pero ser voluntaria no es tan culero, tengo mi cuartito, chance de viajar y una que otra aventura inesperada siempre cruza mi camino. 

Mi destino se acerca.

Lo siento en mis manos frías y el lento latido de mi corazón.

Como siempre, el hambre se me espanta. Quiero quedarme, no quiero regresar, en mi cabeza mi yo se ha vuelto una niña abrazando a su osito. Quiero llorar un poquito, pero mi lado hostil e irónico se encarga de proteger a Evita  y comienza a diseñar formas de olvido y abandono específicas para este pendejo. Este dolor frío y perpetuo que no conocía me castra, me inmoviliza. 

Insípida 

entiende su derrota  

Orgullosa   

mira la fachada  

Y entonces entramos al aeropuerto. Una modesta edificación que tiene aire de centro comercial, así como el Parque Puebla en la zona Industrial. Buscamos el mostrador de la aerolínea que atendía mi vuelo, los amplios corredores se encontraban curiosamente sin tráfico. Muy pocos viajeros se atrevían a salir del país, el cierre de fronteras se convirtió en algo irregular y complicado. Primero, porque Brexit. Segundo, porque la delicadeza de esta situación fue subestimada por muchos de nosotros en aquel entonces.

Llegamos a nuestro destino. La banda púrpura que daba para el mostrador conectaba tres o cuatro pasajeros esperando ser atendidos antes que su servilleta. No sé si la constante ingesta de alcohol así como mi poco previsora forma de ser, me permitió observar ambos eventos con desinterés apaciguada: dos de las cuatro personas esperando abordar fueron rechazadas por falta de Nachweis o evidencia de ser a) ciudadanos alemanes o b) urgentemente requeridos profesionalmente. 

Previo a mi turno,una alemana de más o menos cincuenta y tantos registró con éxito sus  maletas mientras preparaba mi pasaporte y respectivos Nachweis.

Al llegar al mostrador muestro mi pasaporte y nada, que falta la Meldebestätigung. Un documento que pruebe  mi residencia en alemana. Tengo una foto, ¿pero dónde? habrá que hablarle a Ahmed, mi roomie a ver si está en casa y a ver si me contesta. Marco. Contesta. 

-Hallo?

- Hallo  Ahmed, hier ist die Eva, also ich brauche ein Foto meiner Meldebestätigung

- Ach so, wo ist das?

- die liegt in einen roten Brief, aus Plastik, neben dem Bett.

- Diese? Diese? Diese?

- Nein, nein, nein…. Bitte guck in meinem grünen Koffer rein…

-  Hier… tasche, rein….

- Da! da, da! bitte mach den gelben Brief auf!  Zeig mir die Unterlagen die da drin liegen!

- Welche? na klar die Meldebestätigung… Hier, ich mache ein Foto davon denn ich schickes zu dir ok?

- Ok Ahmed alles klar. Danke.

Un par de minutos después, Ahmed envía una foto del bendito documento. Le muestro a la azafata  una foto de mi documento. Previamente, envié una foto de mi visa a la aduana supongo pero fue declarada insuficiente información. Ella al ver mi segundo documento, se disculpa y me dice que es demasiado tarde y que la puerta de abordar está cerrada. Tanto pedo para cagar agua.

Reímos estúpidamente mientras intento llamar al coordinador de la organización para saber de qué procede. Me contesta y ya estoy en el autobús, le explico en una alemán irritable y convulsivo que no pude abordar y que sólo ciudadanos alemanes parecían tener el derecho de viajar por el momento.Preocupado, me pregunta si puede hablar con el mánager, pero le digo que ya voy de regreso a casa y como es domingo no sé qué otras opciones se encuentren a la mano por el momento. 

Caminamos de subida a casa, con los pies ligeros y el corazón sonriente. No puedo creer que  seguimos juntos. El sol de mediodía resplandece en nuestros rostros eufóricos, sumergidos en la magia surreal de un final inesperado.  What an anticlimax, me dice. Estoy totalmente de acuerdo, mi regreso parece imposible. ¡Qué importa! esto es lo que siempre quise, jugar a la casita hasta el final de los tiempos.

Junio

Invirtiendo toda mi energía en no caer en una rutina, tratando de salir constantemente y estudiando uno que otro texto en alemán, logré pasar un verano muy tranquilo, de este mes, tengo recuerdos vaporosos, probablemente porque empecé a consumir alcohol de maner más frecuente y a la vez mi actitud fue tornándose un tanto sedentaria. Mi cuerpo resiente que la razón le ganó a la vanidad, pero me gustaba pensar que mi vida estaba cambiando y por tanto no había otra opción que adaptarse; reemplacé las extenuantes rutinas de cardio por largas caminatas o por sesiones de yoga. Siempre he tenido miedo de subir de peso y no sentirme cómoda en mi propia piel. Pero ahora siento que al fin puedo controlarlo de manera elegante. Al final, esta ansiedad era desencadenada por sentimientos de abandono o rechazo. Fue difícil admitir que mi estómago tiene un vacío que ningún platillo puede satisfacer mejor que el una buena tertulia con amigos y familia. Quiero regresar a México. 

Estas sensaciones fueron notables el primer fin de semana de mi supuesto retorno y es que reuniones pequeñas de menos de ocho personas fueron condonadas por el ministerio de salud, pudimos ver a un par de amigos y familia de Colin. 

El final de mayo me da escalofríos. 

Tom, uno de los amigos más cercanos de Colin, nos ofreció éxtasis para celebrar la ocasión. Sólo su hermano y yo accedimos. Me alegro de no haberlo probado antes porque esa noche fue perfecta. Creo que tomé  una dosis de Rave completa, porque los efectos duraron hasta el martes de la semana siguiente. Obvio, fueron escenarios dosificados que alteraban mi humor desde la autoestimulación hasta llegar a sentirme vacía completamente. El sábado gritamos, bailamos y pasamos el día más largo del año  on the meadows. El cual fue testimonio de lo que espero se convierta en una tradición personal: equinoccio en éxtasis o mejor, aún : esperanza y éxtasis en equinoccio.

El domingo me sentía molida, no hice más que netflixear y comer pizza. Mis pensamientos se reacomodaron constantemente, que si la caminata nocturna, que si la lluvia, que si gritamos, que si teníamos hambre etcétera. Enserio no me quería mover, pero éso lo adjudico a los achaques de la edad nomás. Mis crudas son más fuertes me hacen sentir bastante débil y estúpida. Ya  no me causa tanta gracia como antes, me pregunto cómo celebrar con hedonismo y dignidad. ¿Será eso posible? 

El lunes tenía la energía de un caballo, empecé saltando de un lado a otro, dando vueltas como mayate no podía dejar de pensar en el hermano de Tom, un pelirrojo con cara de pervertido que siempre llamó mi atención y que ésa noche; si mal no recuerdo, me invitó a bailar pero ignoré cortésmente debido a que mi novio estaba con nosotros. Lo más raro es que en esta constante reconstrucción de memorias, yo jugaba a que él me desnudaba con sus ojos y que si hubiera querido me hubiera dejado manosear tanto como él quisiera. Gracias a dios, esta sugerente propuesta no se dignó a bajar del mundo de las ideas. Colin es más que suficiente, pensé. Hasta la fecha me pregunto si este otro chico hubiera accedido a mis avances. Quién sabe. Será entonces harina de otro costal. 

El martes fue muy parecido al lunes con ansiedad al máximo. Mis sentidos estaban  empapados de paranoia, Colin me veía feo  y juzgaba todo lo que hacía. Me ponía nerviosa ejecutar labores simples y reía estúpidamente a cada cosa que tuviera que decir. Embriagada en estimulantes mi cuerpo reaccionaba como si fuera la primera vez que me sentía atraída por alguien, mi inglés sonaba más torpe que de costumbre pero él me veía con ternura y permitía que cometiera errores gramaticales por todos lados. Lo agradezco todos los días, sus ojos son compasión y su aroma es paciencia.

Finalmente el miércoles, expulsé todo el psicoactivo como un tipo de depresión líquida. Visitamos a unos colegas del trabajo de Colin, pero todo se veía brillante y absurdo. Me puse un vestido Godín como si fuera a una entrevista de trabajo. Al llegar a la casa del jefe, su familia nos recibió afectuosamente tan casual como uno se puede imaginar. Mi vestido no combinaba con la alfombra de pasto ni con las toneladas de juguetes que el pequeño Angus traía consigo invitándonos a jugar. El cansancio iba y venía en constantes olas de auto desprecio combinadas con salchichas veganas insípidas ahogadas en mayonesa y grasa vegetal.

This shit is just too white foe me le espeté a Colin.

Cuando el ritual social llegó a su fin, impuse un silencio incómodo entre ambos porque sentía que toda la ansiedad y depresión de tiempos pasados regresaba en oleadas intensas y se manifestaba en mi cuerpo como un dolor de cabeza que llegaba hasta las puntas de mis pies. Mi sistema nervioso  estaba inflamado por el fermentado natural que me había zampado un par de horas antes para poder lidiar con la otredad que siempre he sentido tan fuera de mí. Quería fumar. No. Quería dormir. Nunca puedo dormir a voluntad. Estúpido y caótico ritmo cicardiano. MALDITO CONDICIONAMIENTO ANIMAL.

A pesar de ello, una media hora más tarde logré controlarme gracias a la paciencia de Colin y pudimos regresar a la ligereza jovial que nos identifica. Me sentía mejor, y de cierta manera terapeada por el trip de éxtasis que ya divisaba su final.


Julio

Ya casi no tengo dinero. Pero no me falta nada. Me despierto temprano, desayuno, leo, escribo. Me cuesta trabajo escribir, decido hacerlo en español porque no quiero evidenciar mi estupidez ante la otredad. Mi aversión hacia lo ajeno se disipa cada día un poco más. Encima de todo, tenemos un viaje planeado a Inverness donde visitaremos a sus padres por un par de semanas. El dinero no me preocupa. Especialmente al llegar. Hay suficiente comida y la cama de Colin es tan cómoda que podría pasar el día completo leyendo y  tomando té en su habitación. Sigo escribiendo, seguimos festejando. Siempre con la idea de que en Septiembre la ensoñación decadente que se me presenta en cada esquina, será intercambiada por trabajo duro y estresante en Alemania.

Llega mi contrato de trabajo. Los arreglos pertinentes se realizan para lograr mi cambio de visa. Con contrato pero sin la facultad de articular un caso por mi licenciatura sin validez en Alemania, la oferta de trabajo desaparece y me ofrecen emplearme por la mitad del sueldo. Lo podría tomar y seguir mi solitaria vida de arranques carnales en Stuttgart. Colin está muy ofendido, no quiere que busque un trabajo si no es bien pagado. Me irrita su terquedad, me fastidia que nos equipare cuando el bien sabe que su privilegio no equipara mis facultades serviles imbuidas en mi genética tercermundista. 

What if we get married then?  pregunta al final de una noche de tragos bastante larga. 

Sounds good, I guess… respondo a la vez consciente de que el alcohol y la marihuana lo hacen decir pendejadas.

Durante este tiempo llegamos a discutir el plan en completa sobriedad y sus padres se enteran de ello.Tiene sentido, se alegran por nosotros pero mi negación crece conforme más personas conocen la idiotez de nuestra decisión. Estoy atrapada. Pero al menos no estoy sola.

Celebramos mi cumpleaños y la vida no podría ser más cómoda. De vez en cuando escribo a mis amigos en México para darme un chequeo de realidad. La crudeza de mi tierra siempre está en mis pensamientos. Quiero regresar. No, quiero irme a Alemania, quiero vivir en el infierno con los otros perros y morirme sola con una botella de vino en la mano al pie de una hermosa Catedral en el third Reich.

Agosto.

Sigo “atorada”, pero me habitúo rápidamente a la tranquilidad de las tierras altas, aquí puedes escuchar tus pensamientos, nadie grita, la conversación es estimulante y en otro idioma. A veces me siento ignorante, otras más decido no aportar mucho al evento en curso. Mi mente aprende a concentrarse, acostumbrada a liberar mi estrés con ejercicio, prefiero ahora escribir  mucho. Quiero privacidad. Pero no quiero estar sola.

Con el cambio de planes, ahora debo regresar a México. Dolor de cabeza. Me prometí a mí misma no hacerlo. Recuerdo incluso  haber escrito una carta para fijar la idea en mi mente pero a la vez quiero ser flexible y saber qué me espera en casa y, obviamente después. Dolor de cabeza. Colin no quiere regresar conmigo. Dice que debe de hacerse cargo de su doctorado y nos podemos ver en un mes y medio. Le creo.

Soy mujer. Soy puta.

Una puta enamorada.

El verano ondea plácidamente sobre nuestros planes y nos ofrece un par de días soleados, con otro más de lluviosos, tomamos bastantes caminatas alrededor de la ciudad y hasta Arthur's Seat. Ya me siento escocesa, me acostumbro a tomar siempre que sea posible y entiendo que el alcohol, siempre que es bueno, relaja los nervios y hasta estimula la creatividad. Creo que alcanzo cierta claridad que ningún puto seminario de superación personal me podría dar. Esto es lo que necesita el ser humano. Esparcimiento constante, cercanía con la naturaleza, espacio para la creatividad. Encontrar una meta. Gracias San David Hume.

Despierto temprano, se siente natural. 

Se siente natural, el dorado acaricia mi cara 

y me pide empezar a ser. 

Soy el sol.

Alrededor de las nueve o diez de la mañana Edimburgo muestra su verdadero yo y el clima desciende levemente, el cielo es gris en general pero agradezco el alba y su nobleza que me recuerda un poco a mi hogar y a los días calurosos que el sol, mi sol me regala indiscriminadamente. No paro de hablar sobre el clima. Latina insufrible. Latina caliente. Latina ruidosa. Latina sentimental.

Vamos un par de veces a Glasgow a echar el trago y esparcir la buena nueva, constante alcoholismo es nuestra cruz. Me gusta, puedo vivir con esos demonios, el sueño de la razón produce monstruos, que siempre traen buen vino consigo. Evado mis responsabilidades constantemente. No me gusta pensar en el momento que perderé todo, porque sé que este momento es inminente, además la compañía es buena e interesante, siempre. Viajamos a Liverpool y pasamos un fin de semana con muchos amigos, comida, alcohol y un cachorro de cocker spaniel que enternece pero que al parecer llevará una vida de lujos y privilegio de perro británico. Sandy y Jo, son sus padres helicóptero. Arlo es su nombre. Colin, Kate, Neil, y yo nos acostumbramos a escuchar esta palabra al menos cien veces al día.

Arlo!

Arlo, no!

Good boy!

Arlo, what’s dis?

Arlo!

Es entendible, Sandy y Jo han estado juntos por diez años aproximadamente y al parecer desean comenzar una familia pronto. Infiero cruelmente que el pinche perro es un pretexto para confrontar el hecho de que se han acabado las conversaciones interesantes. Quisiera saber si eso nos depara a Colin y a mí en unos años. 

El fin de semana estimulante so relajado. Quiero pensar que la correcta cantidad de alcohol y té ha hecho a ciertos británicos resistentes al estrés y a los fríos cielos grises e inanes ventarrones cotidianos. 

Mis últimos días en Escocia fueron harto surrealistas. Mucho de todo… Sentimientos de culpa, porque a mi parecer fue la temporada más vacilante de mi vida. Y una de las más felices, no, satisfactorias avenidas por las que ha de caminar su servilleta.

Septiembre.

El regreso a casa es frenético ,- las libras escocesas no son igual que las británicas señorita +  me dijo cada casa de cambio en el aeropuerto. La tarjeta alemana, obviamente se bloqueó porque Sicherheit steht an erster Stelle…  y bueno, después de 4 horas entre espera de autobús y llegada a Puebla me pude dar un baño, comer un poco e ir a dormir. 

Luego vino la comida.

Mi corazón supo su lugar otra vez.



















Anexo ( allá nos vemos)


DE LA POESÍA NO SE COME

somos sólo sinónimos

sabemos 

que somos 

lo que comemos


totol

con pipián

cacofonías de 

arroz  rojo

con mole

tortillas de mano


armando fractales

un orden perfecto

baguettes o bolillos

no tienen defecto






engorda,adelgaza

fuma un cigarro

un vaso de vino

la entraña destraza


más sin embargo

 es inspiración 

estos sabores 


que en mí se acuñaron

y ahora no suelto 

escribo poesía

y así te alimento.











Fin